Hombres cultos de su tiempo
Cuando montamos el pesebre en nuestro belén quizás no somos conscientes pero unimos varias tradiciones del Antiguo y del Nuevo Testamento. El universalismo del mensaje de Jesús es parte esencial de todo el evangelio de Mateo.
La descripción que hace Mateo sobre los magos interpretando una estrella nos inclina a considerarlos astrólogos,
hombres cultos, representantes de lo mejor del saber y de la
religiosidad pagana que los llevó a encontrar a Jesús a través de la
revelación natural.
Los estudiosos de la Biblia han tratado de identificar a qué lugar
del Oriente se ha querido referir Mateo. Existen algunas
probabilidades….:
Partia o Persia En favor de esta teoría
está la historia del término magoi, asociada en principio a los medos y a
los persas. Durante casi 500 años, entre el 250 a. C. y 225 d. C. la
dinastía arsácida se estableció como heredera del pueblo persa. El arte
cristiano primitivo representa a los magos del Nuevo Testamento con
indumentaria persa o parta, es decir con túnicas ceñidas, de mangas
largas, con pantalones y gorro frigio. Este modo de pintarlos originó un
famoso incidente ocurrido en la basílica en Belén que construyó
Constantino y reconstruyó Justiniano. En el año 614, los ejércitos de
Cosroes, de la dinastía sasánida de reyes persas, cayeron sobre
Palestina haciendo estragos y quemando iglesias. Sin embargo, no
destruyeron la basílica de Belén debido a que en un mosaico aparecían
los magos con indumentaria persa: reconocieron a sus compatriotas. La
noticia aparece en una carta del 836, relacionada con el sínodo de
Jerusalén.
Otro argumento en favor de Persia es el trasfondo zoroástrico de los
magos. El evangelio árabe de la infancia (uno de los evangelios
apócrifos que mencionábamos al principio) dice que: “vinieron a
Jerusalén unos magos según la predicción de Zaradust”, es decir
Zoroastro quien según el manuscrito laurentiano del siglo XIII
conservado en Florencia, hizo una profecía en la que declaró que una
virgen había de dar a luz un hijo que sería sacrificado por los judíos y
que luego subiría al cielo. A su nacimiento aparecía una estrella, bajo
cuya guía se encaminarían los Magos a Belén y adorarían allí al recién
nacido. También el códice Fb dice que los magos venían apo Persidos, es
decir, de Persia.
Babilonia Entre los babilonios o caldeos
se había despertado un gran interés por la astronomía y la astrología.
Además, después del destierro babilónico del siglo VI a. C. se había
establecido allí una gran colonia judía, de manera que los astrólogos
babilónicos podían estar enterados de las expectaciones mesiánicas
judías y asociar una estrella con el rey de los judíos.
Arabia o el desierto sirio.
Quienes afirman la
procedencia de los magos de esta región se apoyan en los regalos que
traen los Magos en Mateo. Si leemos al profeta Isaías 60,6: Te inundará
una multitud de camellos, de dromedarios de Medián y de Efá. Vienen
todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del
Señor; y el Salmo 72,10-11.15: que los reyes de Tarsis y de las islas le
paguen tributo, que los reyes de Sabá y Arabia le ofrezcan sus dones…
que viva y que le traigan el oro de Sabá, los dones que presentan los
magos de Mateo están en relación con las caravanas que venían de Arabia.
Es ésta la teoría más antigua sobre la procedencia de los magos.
Desde el año 160 d. C Justino escribía: “Unos magos de Arabia llegaron
hasta él” refiriéndose a Herodes (Diálogo 1xxviii,1). Nada se nos dice
en el evangelio sobre sus nombres y se explicita el número. Tradiciones
cristianas posteriores se los asignan, probablemente entre los siglos
VII y VIII d. C:
“Los magos fueron los únicos que entregaron regalos al
Señor. Se dice que el primero fue Melchor, un anciano de cabello blanco y
larga barba…, que ofreció oro al Señor como a rey. El segundo, de
nombre Gaspar, joven, sin barba y rubicundo… le honró como a Dios con su
regalo de incienso, oblación digna de la divinidad. El tercero, negro y
muy barbudo, llamado Baltasar…, con su regalo de mirra dio testimonio
del Hijo del hombre que iba a morir”.
¿Cuales pudieron ser los verdaderos nombres de los magos?
El primer intento por darles nombres los llama: Homizda, rey de Persia, Yazdegerd, rey de Sabá, y Perozad, rey de Arabia,
nombres atribuidos en el siglo IV al escritor sirio Efrén. Otros
autores los atribuyen a la obra siria del siglo VI, Cueva de Tesoros. En
el siglo VI d. C., el evangelio Armenio de la Infancia, (C.A.)
identifica a los magos con los nombres y procedencia que han prevalecido
en Occidente: Melkon, rey de los persas; Gaspar, de los indios, y Baltasar, de los árabes.
Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el rey negro hiciera su aparición en el arte.
Esta presentación de las tres razas, de alguna manera, interpreta la intencionalidad del relato mateano de los magos: la venida de Jesús no es exclusivamente para el pueblo de Israel.
La universalidad del mensaje de Jesús
está presente en este episodio. Los magos prefiguran a los cristianos
gentiles que habían sido atraídos por Jesús, aunque ellos, por
nacimiento, no tenían más que la revelación de Dios en la naturaleza.
¿Cuantos eran los “Reyes” Magos?
En cuanto al número de los magos o a su condición real,
no hay referencia alguna en el evangelio de Mateo. Como hemos visto, el
apócrifo evangelio armenio de la infancia nos habla de tres.
También la versión etiópica del protoevangelio de Santiago consigna el número de tres Magos con nombres etíopes: Tanisuram, Malik y Sissebá.
La tradición oriental ponía doce magos y entre ellos los armenios
llegaron hasta quince. En las catacumbas de Pedro y Marcelino aparecen
dos; cuatro en el fresco del siglo IV de la catacumba de santa
Domitilla. Finalmente prevaleció en la tradición de occidente el número
de tres, basándose en los tres regalos que presentaron los magos al
Niño: oro, incienso y mirra.
Las representaciones de los magos ante el pesebre aparecen mucho
antes que las de los pastores, cuyos primeros dibujos datan del siglo IV
en las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino, acompañando a los
magos. En los evangelios apócrifos los magos ocupan un lugar
preferencial.
Sus restos han viajado por muchas ciudades. En la catedral de Colonia se encuentran sus reliquias, a donde fueron trasladadas en 1162 como parte del botín cuando Federico Barbarroja asoló a Italia.
En el santoral de Colonia se encuentra una nota necrológica que
indica lo que la religiosidad popular ha creado alrededor de estas
figuras, que el evangelista hace desaparecer después de su adoración al
Niño de Belén: “Habiendo sufrido muchos juicios y fatigas por el
evangelio, los tres sabios se encontraron en Sevá (Sebaste, en Armenia)
el año 54 d. C. para celebrar la fiesta de Navidad.
Poco después de la celebración de la misa, murieron: San Melchor, el 1 de enero,
a la edad de ciento dieciséis años; San Baltasar, el 6 de enero, a la
edad de ciento doce años, y san Gaspar, el 11 de enero, a la edad de
ciento nueve años” .
Mateo prefigura en los Magos a los cristianos gentiles que reciben y
aceptan el mensaje de Jesús, puesto que el Reino se ofrece a todos los
pueblos y no sólo a los judíos.
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