“En
el periodo preliminar a la guerra del Malleco (1860), sucedió un
episodio singular. Apareció en la Araucanía un francés con trazas de
aventurero e iluminado, que se proclamó Aurelie Antoine I, Rey de la
Araucanía y la Patagonia. El argumento de Aurelie I era que la
Independencia de Chile no había afectado a los territorios de la
Araucanía, los cuales eran independientes antes
y lo seguían siendo a mitad del siglo. Por lo tanto, pensaba que le
asistía la legitimidad del acto constitucional que proclamaba:
“Nos, Principe Orellie Antoine de Tounens, considerando que la Araucanía
no depende de ningún otro Estado; que se halla dividida por tribus y
que un gobierno central es reclamado tanto en interés particular como en
el orden general; decretamos lo que sigue:
Artículo 1°: Una
monarquía constitucional y hereditaria se funda en la Araucanía; el
Principe Orellie Antoine de Tounens es designado Rey”.
Sin duda
hoy día se valoran más los elementos surrealistas de este decreto, que
su posible valor histórico y etnohistórico que posee. Algunas
reflexiones merecen el apoyo y aceptación que los arribanos le dieron al
aventurero francés. Para una visión estereotipada se tratará de la
ingenuidad indígena; pero esto obedecía a elementos de política más
profundos.
Los arribanos vieron en el francés la posibilidad de
encontrar apoyo extranjero para su lucha contra los chilenos que venían
avanzando la frontera con evidentes intenciones de ocupar toda la
Araucanía. Los mapuches no solo carecían de apoyo sino también de
capacidad para realizar alianzas con otros grupos nacionales.
“Mi padre protegió al rey Aurelio. En la segunda entrada que hizo a la
Araucanía, el coronel Saavedra ofreció paga al que lo matase. Entonces
Aurelio tuvo miedo y mi padre me mandó dejarlo a Salinas Grandes a las
posesiones de Calfucura.
Lemunao y Calfucura se consideraban
parientes y siempre mantuvieron una estrecha amistad. Por eso yo tengo
el nombre de Calfucura. Atendió este las recomendaciones de mi padre y
mandó acompañar a ese Aurelio hasta la costa con algunos mocetones.
Dicen ahora que ese rey era loco. El hombre ese vivía retirado. No le
gustaban las fiestas: conversaba con los caciques viejos y los visitaba
seguido. No se le conocieron mujeres. Vestía el traje mapuche y se
dejaba la melena larga como los indios. Comía sus mismos alimentos.
Partía muchas manzanas para secarlas al sol y comerlas así”. (Relato de
Juan Calfucura, “Ultimas Familias” de Tomas Guevara)
Loco o no,
se hizo querer por los mapuches. Los jefes pensaron que podía ser
efectivo su anuncio de armas y apoyo francés, y lo aceptaron. Que fuera
rey y que dictara decretos les daba seguramente lo mismo. Un segundo
encuentro que reforzó la aceptación del rey francés, fue la innegable
necesidad de centralización política que se venía dando en la sociedad
mapuche y que Quilapan percibía con claridad. La mujer de Quilapan
relataba:
“El rey Aurelio acosejaba a Quilapan lo que debía
hacer; él seguía su pensamiento. Le aconsejó que tuviera Ministros y
Generales. Esos fueron Montri, Lemunao, Quilahueque y Calvucoi. Si
alguno moría entraba otro”.
En el decreto constituyente del
singular reino señalaba que un “gobierno central es reclamado”, y el
relato señala que el rey francés enseñaba a formar gobierno. Quilapan
transformó a sus caciques aliados en ministros y generales, lo que sin
duda sobrepasó la tradición mapuche. Esto era una necesidad de la
sociedad y de la guerra. Loco o cuerdo, Orelie actuó sobre la realidad
específica de la sociedad mapuche y de ese momento, y de allí la
recepción que obtuvo.
Los arribanos estaban conscientes de la
amenaza que se levantaba desde el norte. Habian buscado aliados en el
general Cruz y los revolucionarios de Concepción, como una forma de
sostener la embestida del gobierno central. Sin embargo, esa alianza no
era suficiente, como se comprobó durante las revoluciones del 51 y del
59, que demostraron la escasa fuerza política y militar de Pradel,
Tirapegui y los otros pencones. La posibilidad de aliarse al francés era
un albur que valía la pena correr. Si resultaba, permitiría enfrentar
en mejores condiciones la ofensiva de Saavedra. Lamentablemente para los
mapuches, el apoyo no se hizo efectivo”.
( Fuente: "Historia del pueblo mapuche siglo XIX y XX" de José Bengoa )
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